En una realidad en la que prima lo inmediato, los tratamientos de ortodoncia son considerados un proceso lento. Pero, ¿es realmente así? Mover un diente no es tarea sencilla y, sin embargo, gracias a estos procedimientos es posible alinear la dentadura, corregir la mordida y tener una sonrisa perfecta. El éxito de los resultados merece la espera.
Una configuración casi perfecta y en constante evolución
La dentadura es una estructura estable formada por piezas independientes que, en conjunto, definen la mordida. Para que funcione del modo adecuado, cada una de las piezas que la conforman ocupa una posición determinada que proporciona la armonía entre la arcada superior y la inferior. Es un requisito imprescindible para que al morder los dientes trabajen en equipo evitando el trauma oclusal, los trastornos fonológicos y el desgaste del esmalte.
A pesar de que es una estructura muy bien planificada, hay espacio para el error. Los cambios en la morfología facial, el paso del tiempo, los traumatismos, la aparición de los terceros molares o la propia genética harán que la posición de los dientes cambie a lo largo de la vida. Volver a alinear los dientes para que recuperen el lugar que les corresponde es el único modo de restituir la calidad de la mordida.
Tratamientos de ortodoncia: el desafío de mover un diente
Teniendo en cuenta la firmeza con la que los dientes están anclados en la estructura ósea subyacente, resulta complicado creer que es posible manipular ese anclaje y forzar el desplazamiento. Sin embargo, los dientes se mueven. Lo que ocurre es que hay que indicarles la dirección correcta.
¿Cómo se consigue mover un diente? Empleando el mismo sistema por el que se han desplazado de forma autónoma de su posición: las fuerzas prolongadas. Así como en ocasiones esta presión es ejercida por el resto de los dientes, cuando se recurre a la fuerza controlada el peso del trabajo recae sobre las ortodoncias.
Los tratamientos de ortodoncia ejercen sobre los dientes afectados una fuerza prolongada en el tiempo que obliga a que estos cambien de posición. El movimiento es muy lento pero constante y garantiza que, al tiempo que el diente avanza hacia su correcta colocación, el resto de estructuras lo acompañan para adaptarse a las nuevas circunstancias.
Desplazar un diente hasta obtener su alineación perfecta implica un cambio sustancial en la boca. Aunque el objetivo esté puesto en determinadas piezas dentales, no hay que pasar por alto que estas forman parte de un todo y que cualquier variación en las partes afecta al conjunto.
Para que se produzca este desplazamiento, el hueso alrededor del diente atraviesa un proceso de adaptación, reabsorción y remodelado.
- Fase de adaptación: a medida que el diente se mueve las fibras que unen este con el hueso se estiran.
- Fase de reabsorción: desaparece parte del hueso en la dirección de desplazamiento del diente.
- Fase de remodelación: el hueco que deja a su paso el diente desplazado se va rellenado con nuevo hueso.
Al final del proceso el diente desplazado habrá quedado perfectamente encajado en la posición planificada, con la suficiente firmeza para garantizar la masticación cómoda y segura. Esto es necesario ya que durante la propia masticación se producen intensas fuerzas que son amortiguadas por el ligamento periodontal. Con todo, es una presión puntual que no tiene potencial para provocar el desplazamiento de los dientes, como sí lo hacen las ortodoncias.
5 claves del éxito de una ortodoncia
Que los dientes se mueven es un hecho incuestionable pero, ¿lo hacen todos de la misma manera o con la misma facilidad? Hace unas décadas, los tratamientos de ortodoncia parecían estar reservados para las bocas más jóvenes y predispuestas a estos cambios. Pero desde hace tiempo y con la evolución en los sistemas de brackets o la ortodoncia invisible, el escenario es bien distinto.
Todas las ortodoncias están diseñadas para redirigir los dientes hacia la posición adecuada. Sin embargo, no es lo mismo un desplazamiento de 0,2 mm que uno de 5 mm. En el movimiento y la rotación de los dientes durante un tratamiento con ortodoncia influyen varios factores:
- Edad del paciente. La ortodoncia en adultos exige unas consideraciones especiales ya que los dientes no se desplazan con tanta facilidad como en etapas anteriores.
- Condiciones periodontales. El estado óseo y radicular de la boca del paciente podría comprometer los resultados si no se realiza una valoración adecuada. Aunque las ortodoncias no están contraindicadas en presencia de enfermedad periodontal, la inflamación de los tejidos puede obligar a suspender el tratamiento hasta que la situación sea más favorable.
- Adhesión al tratamiento. Los brackets son ortodoncias fijas, pero en el caso de las removibles como la ortodoncia invisible, hará falta al menos un uso de 22 h al día para que el tratamiento dé buenos resultados. El compromiso del paciente es fundamental en el éxito de cualquier tratamiento con aparatos dentales.
- Aspectos biomecánicos. El movimiento dentario debe programarse conforme a las particularidades de la boca de cada paciente. Esto implica un ajuste de las fuerzas ortodóncicas de acuerdo a la carga que puede resistir el periodonto. La respuesta de los tejidos adultos es más lenta que la de los niños, por eso los tratamientos con ortodoncia suelen requerir de más tiempo a edades más avanzadas.
- Etapa postratamiento. Una vez que el especialista decide la retirada de la ortodoncia hay que pensar en el largo plazo. Sin las pautas adecuadas los dientes volverán a desplazarse con el paso del tiempo. La contención en la posición correcta se puede obtener mediante el empleo de retenedores que proporcionen estabilidad y consolidación a la nueva morfología de la dentadura.
¿Por qué el efecto de la ortodoncia es lento?
Más que de lentitud habría que hablar de precisión, seguridad y comodidad. Mover un diente es un trabajo medido al milímetro. El espacio en la boca es limitado y cada pieza debe encajar a la perfección en el lugar correcto, por lo que hay que avanzar poco a poco.
Cualquier tratamiento de ortodoncia, tanto fijo como removible, se basa en los patrones de microdesplazamientos. Estos movimientos no son perceptibles en el día a día sino a medio-largo plazo. Es un proceso gradual en el que el tiempo siempre está del lado del paciente: si se forzara al diente a moverse con mayor rapidez no solo se podrían dañar las fibras nerviosas, el hueso alveolar y el ligamento periodontal, sino que el dolor del tratamiento ortodóncico resultaría insoportable.
Cada vez que cambias de férula invisible o que el dentista ajusta la tensión de los brackets convencionales, toda la dentadura debe readaptarse a la nueva situación. Es normal que los primeros días resulten algo más incómodos pero, a medida que pasa el tiempo, esa tensión apenas se percibe. Acelerar este proceso implicaría un desplazamiento demasiado brusco y doloroso sin que por ello los resultados fueran más favorables.
¿Cuándo empezarás a notar los resultados de la ortodoncia?
La pregunta más frecuente de los pacientes que se someten a un tratamiento de ortodoncia es “¿cuánto va a durar?”. Aunque, por norma general, los tratamientos tradicionales tienen una duración de entre 18 y 24 meses, que se reduce en el caso de la ortodoncia invisible. No obstante, es una información orientativa.
Las particularidades de cada caso, el tipo de ortodoncias empleadas y el compromiso del paciente pueden hacer que el tratamiento se reduzca a unos cuantos meses o que se prolongue más allá de los dos años. Lo más recomendable es pensar en resultados, no en tiempo: la ortodoncia se retirará en el momento en el que tus dientes estén perfectos. Eso es lo importante.
En los casos menos exigentes, los efectos de una ortodoncia con brackets empiezan a ser visibles a partir del tercer mes. Por su parte, la avanzada tecnología que se emplea en la ortodoncia invisible permite hacer simulaciones de la evolución paso a paso hasta el final del tratamiento, de manera que el paciente puede ver los resultados antes incluso de iniciar el proceso.