Los usamos a diario y tienen un papel protagonista de muchas de nuestras rutinas. Sin embargo, lo habitual es que solo reparemos en su presencia cuando sentimos alguna molestia o cuando algo no parece encajar como debería. Repasamos las funciones de los dientes para que nunca pierdas de vista lo importante que es preservar su buena salud.
¿Cuántos dientes tenemos en la boca?
No todas las bocas tienen el mismo número de piezas dentales y ello no tiene por qué representar un problema. La principal diferencia viene marcada por la erupción o no de los terceros molares, más popularmente conocidos como las muelas de juicio. Unas piezas dentales ubicadas al final de la dentadura que, en caso de aparecer, erupcionan entre la segunda y la tercera década de vida.
Otra diferencia notable es si nos referimos a los dientes de adultos o a una dentadura infantil. En este segundo caso tendríamos que hablar de los denominados dientes de leche, una dentadura temporal que progresivamente va siendo reemplazada por las piezas definitivas. Estos dientes primarios o dientes de leche suman un total de 20 piezas frente a las 32 de una dentadura adulta, contando con la erupción de todas las muelas de juicio, cuatro en total.
Tipos de dientes: posición y función
La división de la dentadura en cuatro arcadas nos ayuda a determinar la posición y la función de los dientes. Cada una de estas arcadas se compone de ocho piezas dentales. Así, tenemos 16 dientes en los dos cuadrantes superiores y otros 16 en los cuadrantes inferiores.
Aparte de esto, desde un punto de vista profesional cada pieza dental tiene un número identificativo de dos dígitos: el primer dígito indica el cuadrante al que pertenece (maxilar superior o inferior, cuadrante 1, 2, 3 o 4). El segundo dígito hace referencia a la posición que ocupa en la dentadura, del 1 en la parte frontal al 8 en el interior de la boca.
Sin embargo, desde el punto de vista de la función de los dientes nos va a resultar más útil analizarlos por categorías. Avanzando desde la parte frontal hacia la parte interior de la boca, diferenciamos cuatro tipos de dientes:
- Incisivos
- Caninos
- Premolares
- Molares
Dientes incisivos
Son un total de ocho dientes ubicados en la parte frontal de la boca. Se caracterizan por tener un perfil más afilado que el resto de las piezas dentales y por ser más grandes en la parte de arriba que en la de abajo. Esa morfología de perfil fino se justifica en que los dientes incisivos están diseñados para morder los alimentos y cortarlos en pedazos más pequeños que se puedan masticar con seguridad. ¿Un ejemplo gráfico? Imagínate que le das un mordisco a una manzana. Son los incisivos los que te ayudan a hacer frente a los alimentos que se presentan en porciones demasiado grandes.
Dientes caninos
Son más conocidos por el nombre de ‘colmillos’ y se ubican justo después de los incisivos. En este caso solo hay cuatro dientes, dos arriba y dos abajo. Su nombre ya nos da la clave de cuál es la función de estos dientes puntiagudos. Los caninos sirven para desgarrar o arrancar pedazos de alimentos fibrosos como la carne. Su vértice agudo consigue penetrar con mayor facilidad en estos alimentos, retenerlos y despiezarlos. En este sentido, son los dientes más fieros de nuestra dentadura.
Dientes premolares
Al lado de los caninos y un paso por delante de los molares se encuentran los premolares. Son ocho dientes de cúspides puntiagudas que cumplen una función híbrida, ya que ayudan a los dos tipos de dientes que los flanquean. La cúspide de estas piezas dentales es más ancha que la de los incisivos y los caninos, con coronas prominentes que permiten tanto desgarrar como masticar. Esto explica su potencia a la hora de moler los alimentos. No en vano, los premolares son los encargados de poner en marcha el proceso de trituración que luego completarán las piezas molares.
Dientes molares
Los molares o muelas son un grupo de 12 dientes que a su vez se divide en tres subgrupos de dos dientes cada uno:
- Primeros molares
- Segundos molares
- Terceros molares (muelas del juicio)
Los molares están ubicados al final de la dentadura y desde allí completan con eficiencia el proceso de masticación. Son los dientes que mayor superficie tienen, prácticamente el doble que el resto, con coronas de hasta cinco prominencias que presionan con fuerza los alimentos para molerlos. Dadas sus dimensiones, son dientes provistos de doble raíz que garantizan una mayor sujeción a la encía y una gran resistencia.
¿Qué pasa si no aparecen las muelas del juicio?
No hay motivo por el que preocuparse. Por una cuestión evolutiva debida en parte al cambio en nuestros hábitos alimenticios, en un 10% de la población nunca se llegan a formar estos dientes (agenesia), mientras que la falta de alguno de los terceros molares afecta a casi un 30% de la población. Por otro lado, aunque estas muelas erupcionen no quiere decir que las tengas todas contigo. La falta de espacio puede hacer que salgan torcidas y que sea necesaria su extracción. En cualquier caso, tener o no las muelas del juicio no supone un cambio sustancial en el proceso de masticación. El resto de molares pueden cumplir a la perfección con su trabajo con o sin ellas.
¿Cómo funcionan los dientes?
Hasta ahora hemos visto el engranaje pieza por pieza, pero la función de los dientes no se debe abordar solo de forma independiente sino también en su conjunto. Este simétrico mosaico en el que todo encaja a la perfección no nos permitiría triturar, moler, masticar o hablar si no fuera por la armoniosa manera en la que funciona el conjunto.
Una parte importante de esa armonía recae sobre la articulación temporomandibular, que es el punto en el que la mandíbula se conecta con el cráneo, es decir, el eje que permite el desplazamiento de la mandíbula inferior para que podamos abrir y cerrar la boca. La posición y la morfología de cada una de las piezas que componen la dentadura no serían nada si no fuera por esta capacidad de movimiento. Tanto es así que cualquier disfunción en la articulación temporomandibular afectará en mayor o menor medida a la masticación.
Pero el proceso se complica aún más si pensamos en la simetría de las arcadas superiores e inferiores. Tiene que existir entre ellas tal grado de integración que, de no corresponderse unas con otras se producirán problemas de oclusión y con ellos el desgaste de las coronas, un mayor riesgo de padecer caries, el estrés dental o el síndrome de la articulación temporomandibular.
Es habitual pensar en el diente como en una unidad independiente, pero lo cierto es que cualquier afección en una pieza dental debe ser abordada también desde una perspectiva más amplia, teniendo en cuenta cuál es su repercusión en el conjunto de la boca. El diente no es solo el esmalte, la dentina o el nervio. Es una posición en la boca, una correcta alineación y un estado saludable que contribuya a la buena salud del resto de la dentadura.
Decía Don Quijote que “en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”, y no se equivocaba. Tu dentadura se compone de 32 preciadas joyas que debes mimar y proteger para que te acompañen a lo largo de toda tu vida. Un engranaje perfecto que te resultará esencial en el habla, en la digestión y también en tu sonrisa. Trata bien este tesoro podrás disfrutar de él por mucho tiempo.